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Rete dei Comunisti
Finalmente llegamos. Mario Draghi es el Presidente del Consejo de Ministros, y tras haber abordado a los ministros de todos los partidos, está dispuesto a ser santificado y ser elegido Presidente de la República en el próximo año.
En efecto, “Super Mario” parece haber obrado el milagro de convertir al lobo Salvini en un europeísta convencido y confirmar al M5S en su papel de fuerza responsable. Grillo, de hecho, ha pasado de querer abrir el Parlamento como una lata de atún a ser el propio atún.
¡Draghi salvador de la patria! ¿Pero de qué país? Tal vez en esto haya un malentendido: el país que hay que salvar para el ex presidente del BCE es la Unión Europea y, desde luego, no una Italia que muestra una clase política indecente, de la que Renzi es sólo el “campeón” de la excelencia y la indecencia.
Esto no es más que el proscenio de la farsa política actual, que nos alimentan obsesivamente a diario los periódicos y los medios de comunicación para los que el problema central es encontrar al hombre de la salvación.
Por otra parte, el hecho de que estamos en una farsa lo dejó claro el presidente Mattarella cuando dio el mandato exploratorio a Fico [presidente de la Cámara de Diputados], sabiendo perfectamente que el francotirador Renzi apuntaría y dispararía en nombre de terceros. Bien sabiendo ya qué alternativa proponer inmediatamente después.
Este es el “árbol” que se nos cuenta pero todos pretenden nada sobre el “bosque”, es decir, nadie nos dice que las perspectivas de nuestro país -pero esto al menos desde 2011 con la famosa carta Draghi-Trichet- ciertamente no se deciden en Roma, sino en las salas del aparato burocrático de la Unión Europea y por los potentados financieros y económicos continentales que determinan las políticas reales
Una Italia rezagada, como miembro fundador de la UE y también dado su nada despreciable tamaño, también pone en crisis la acción comunitaria que en cambio tiene como principal problema la competencia global tanto hacia otros países imperialistas como hacia una potencia económica emergente como China.
Este es el quid del problema, porque mantener el ritmo de la competencia en una condición general de atraso económico producido por el asunto Covid, y en cualquier caso de crecimiento mundial limitado, significa reorganizar internamente las diferentes áreas competitivas “una contra otra armada”.
Esto se refiere al plan productivo y financiero, al plan laboral y social, y al político-institucional cuando sea necesario. Y este es precisamente el caso de nuestro país, que debe ser puesto en comisión nada más y nada menos que como se hizo en Grecia a principios de la década ‘10 en la cuestión de la deuda.
Sin entrar en demasiados detalles sobre las características de la nueva etapa, cabe señalar que éstas se hacen cada vez más evidentes en el plano institucional, con una serie de “reformas”, fiscales, de justicia, de digitalización, de la administración pública, etc., pero sobre todo con una relación cada vez más estrecha y funcional de la producción y las finanzas con los centros fuertes de la UE.
Por lo tanto, la reorganización y racionalización de las cadenas de producción, que tienden a centralizarse y recomponerse dentro del espacio europeo y en las áreas geográficas vecinas
Saneamiento financiero, con el nacimiento de una deuda común que no sólo tiene que apoyar la recuperación económica, sino que se convierte en competitiva con los bonos estadounidenses en el mercado financiero internacional.
Reorganización social, que ya no concierne sólo a los sectores de trabajo dependientes, sino también a todas aquellas actividades de servicios y terciarias que han entrado en crisis con la pandemia, lo que está favoreciendo el papel de las multinacionales en el movimiento y los servicios.
De este modo, una gran parte del país, en la que se basa la economía nacional desde los tiempos de la Democracia Cristiana (con la multiplicación de los “pequeños comerciantes” en función anticomunista), se echa a la calle.
Estamos claramente ante un salto cualitativo de la UE, que una vez más es posible por una crisis: en 2008 por la financiera y hoy por la de Covid. Se crean así las condiciones para romper las resistencias nacionales (incluida la de Alemania) y para rediseñar las clases sociales en el espacio europeo, tanto en lo que respecta a la burguesía, donde existe una clara división de perspectivas en su seno, como en lo que respecta al proletariado y a las clases bajas.
Especialmente las de los países mediterráneos, que son las más penalizados y que cada vez más desempeñan el papel de primera periferia de lo que podemos llamar una Europa carolingia.
Desde hace tiempo, un ideólogo de la UE llamado Romano Prodi ha dejado claro en varias entrevistas y artículos que las crisis son el instrumento sobre el que construir la Unión.
Ni más ni menos, y esto es lo que decimos, al igual que las guerras han sido el instrumento para la construcción de los estados nacionales en otros momentos de la historia; también esta vez el resultado pacífico de tal proceso “global” no es ciertamente una conclusión inevitable.
Paso a paso, se construye lo que, como RdC, venimos definiendo desde hace tiempo como el Polo Imperialista Europeo en modos, tiempos y formas históricamente inéditos, pero que están estrechamente ligados a la dinámica del Modo de Producción Capitalista, inevitablemente proyectado hacia su evolución imperialista moderna
Esta dinámica es omnipresente, no sólo concierne a los datos estructurales sino que invierte otras dimensiones, desde la ideológica a la política, hasta la redefinición de las instituciones nacionales en función de las comunitarias.
Es en este plano en el que hay que leer la actual crisis política: Renzi es odioso, Conte es una buena persona, Draghi es el salvador del país… pero ningún acontecimiento puede interpretarse correctamente si seguimos abstrayéndonos del “bosque” de la UE.
Así que la crisis política debe ser vista como una crisis de una clase política indecente, pero que no es en sí misma el mal absoluto, ya que es “sólo” el producto de una burguesía históricamente subalterna, sin capacidad de planificación y a menudo servil, como lo fue durante la Guerra Fría hacia los EEUU.
En definitiva, una clase dominante y desde luego no directiva, que hoy ha entrado en el rediseño de la UE, que no sólo deja atrás al trabajo dependiente, a las clases subalternas y destruye el Estado Social, como ha demostrado ampliamente la pandemia, sino que se dispone a tirar por la borda a esa pequeña y mediana burguesía “empresarial” y a las clases parasitarias que han sido la base social de una Italia sustancialmente reaccionaria y anticomunista, pero que ahora ya no es necesaria para sostener la competencia a la que está llamada la UE.
Este “molinillo” producirá sus efectos estructurales a lo largo del tiempo, pero los del marco político nacional son inmediatos. Desde la anterior crisis, materializada con el gobierno de Monti en 2011, las contradicciones de clase y las espurias de nuestro sistema social se han manifestado con dos nuevos fenómenos: el principal, el nacimiento del M5S como sujeto fuertemente conflictivo hacia el entramado político-institucional, a partir de Berlusconi; y el de la Liga de Matteo Salvini, proyectada a nivel nacional en un intento de superar el origen norteño de la Liga Norte.
El salto actual producido por la pandemia y el reequilibrio de las fuerzas internacionales ha superado la condición anterior rediseñando, bajo la égida de la UE, las fuerzas políticas, las alianzas y la estructura institucional del país, como ocurrió con el recorte del número de parlamentarios provocado precisamente por las nuevas fuerzas políticas.
La bajada de la cabeza del M5S al poder financiero, que siempre han denunciado, y la vuelta a la Liga Norte, como representación de las pequeñas y medianas empresas atadas de forma doble a la “locomotora” germánica, son la reducción a la que han llegado las fuerzas populistas y soberanistas que tanto han aterrorizado a los buenos demócratas de nuestro país, obviamente de izquierdas.
El milagro de Draghi ha sido precisamente el de haber cogido la fruta madura, o podrida según se mire, de un sistema político bloqueado, en el que las ya no nuevas fuerzas llamadas a gobernar el país han mostrado toda su inconsistencia, no logrando emancipar a los sectores sociales que representan de su subalternidad a la gran burguesía italiana en el proceso de integración con la europea.
Esta emancipación extrañada -pero desde el punto de vista de los comunistas imposible- no tiene lugar dentro de una recuperación producida por el crecimiento económico, sino dentro de la crisis más difícil y profunda que ha conocido Occidente después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, no es difícil sostener que la crisis de las representaciones “heterodoxas” anteriores acentúa las múltiples contradicciones en acto, y esto reabre, en un tiempo no muy largo, el nudo de la representación política de los sectores sociales subalternos.
En este análisis no podemos evitar un rápido comentario sobre el papel del PD, y del ala izquierda de LeU y similares, que, habiendo aceptado la hegemonía del adversario, se han limitado a flotar en el panorama político, actuando como espectadores y haciendo de segundones ante las contradicciones de los demás. Aunque, hay que decirlo, con una secretaría de Zingaretti más astuta y fuerte sólo para ser enanos sobre los hombros del “gigante” UE. Hombros en los que la 5Stelle va a agregarse, así como la ya agotada izquierda italiana, en un potencial polo político “democrático”.
La lucha contra (o más bien la ruptura de) la UE y la representación política de las clases subalternas son las cuestiones que no han sido superadas y que ahora se vuelven a plantear con la tozudez de los hechos, en las condiciones que están surgiendo de la profunda crisis del sistema y de la hegemonía que los aparatos ideológicos burgueses tratan de ocultar pero que es cada vez más evidente, a pesar de los intentos de mistificación.
Una crisis de hegemonía que vuelve a plantear la pertinencia del socialismo dentro de las contradicciones del modelo social actual, como ha revelado súbita e inesperadamente la ayuda cubana y china a nuestro sistema sanitario, justo en las regiones de “excelencia” sanitaria del Norte
Hace tiempo que RdC viene sosteniendo, teórica, política y analíticamente, que estos son los puntos en los que la izquierda de clase puede dar un salto cualitativo, rompiendo el estancamiento y relanzando el conflicto político y social en el país. Desde luego, no es casualidad que sea precisamente en estos dos elementos en los que se centra la crisis institucional y de los partidos. Ciertamente, los fascistas de Fd’I tampoco pueden presentarse como candidatos a recoger el legado de “ruptura” reaccionaria que primero Berlusconi y luego Salvini han intentado representar.
En la claridad de los altos referentes políticos, desde la denuncia del papel de la UE hasta la actualidad del Socialismo, es necesario trabajar por la construcción de un frente de fuerzas representativo de la crisis social y política. Incluyendo la contradicción por la que atraviesa el M5S, que parece que puede producir fracturas en la cúpula del movimiento pero ciertamente las produce en su base, que el 40% votó contra Draghi.
La RdC tiene la intención de promover su propia iniciativa política en este sentido, en todas las instancias posibles. Como estamos convencidos de que la realidad que tenemos delante debe ser interpretada también en su dinámica íntima, queremos abrir en las próximas semanas con un Foro de amplia comparación, una fase de profundización sobre los caracteres de la actual transición que, como hemos afirmado reiteradamente, tiene la profundidad de la historia.