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Editorial del 24 de marzo, Contropiano.org
Tomamos en serio el “posicionamiento euroatlántico” de Italia -como es obligatorio-, tal y como ha reiterado enérgicamente Mario Draghi.
¿Qué significa esto en términos concretos? Que en lo que respecta a la geopolítica estratégica y a las alianzas político-militares, nuestro desafortunado país sigue exactamente en la posición en la que se encuentra desde 1945, es decir, en condiciones de soberanía limitada bajo el “paraguas de la OTAN”. Una alianza, por así decirlo, en la que Italia cuenta muy poco (alguien està aún peor, por supuesto).
En lo que respecta a las políticas presupuestarias, económicas, la legislación laboral, la salud y el bienestar en general, este desafortunado país forma parte de la Unión Europea y está obligado a cumplir los tratados que la rigen. Tratados diseñados para favorecer siempre “el mercado” en detrimento de los pueblos, como manda el “modelo orientado a la exportación” impuesto desde el principio por las economías del Norte.
Una doble jaula que, de hecho, es especialmente constrictiva y socialmente perjudicial, dado que impide -ambas instituciones, la OTAN y la UE, nacieron para ello- cualquier posible evolución hacia modelos de organización social basados en otras prioridades y otros intereses sociales, además de geopolíticos
Pero, ¿en qué condiciones se encuentra esta doble restricción externa en la actualidad, en pleno apogeo de la pandemia?
Muy mal, parece. Lo cual es un grave problema, dado que ningún imperialismo en crisis renuncia a la hegemonía sin antes intentarlo todo para mantenerse en el trono. Pero, por otro lado, si siempre estuviera en la cúspide de sus poderes, nunca habría siquiera una esperanza de vislumbrar la posibilidad de un cambio radical.
La pandemia, en este bloque euroatlántico, se ha tratado de forma muy similar.
a) “Convivir con el virus” para mantener abiertas el mayor número posible de actividades económicas, sacrificando las “marginales y no estratégicas” (turismo, restauración, hostelería, ocio, cultura, entretenimiento, etc.) para no perder demasiados puntos en las centrales (siderurgia, ingeniería, informática, telecomunicaciones, etc.).
b) esperar a las vacunas, financiando la investigación con dinero público pero confiándola a las multinacionales privadas para que le impongan patentes para “proteger”.
c) entonces, llevar a cabo campañas de vacunación masiva, con la esperanza de alcanzar lo antes posible la inmunidad de rebaño y reanudar la “vida normal”.
El fracaso, en este campo, es total.
La economía se ha derrumbado igual de varios puntos, en todos los países de este bloque euroatlántico. La sanidad privatizada, en todas partes, es un obstáculo organizativo y de propiedad para las campañas de vacunación masiva (después de haber estado en la prevención y en el primer contraste con el virus).
Las vacunas “autorizadas” -hasta ahora sólo cuatro, dentro del “bloque”- fueron seleccionadas por motivos “geopolíticos”, excluyendo desde el principio las “exógenas” (rusas, chinas, cubanas)
Todavía no ha terminado. La competencia feroz entre las mismas multinacionales de la Gran Farmacia es muy visible, con las tres americanas (Pfizer, Moderna, Johnson & Johnson) que pretenden destruir la credibilidad de la anglo-sueca AstraZeneca (que, por su parte, está haciendo tanto que parece suicida).
El Atlántico y el “euro”, en definitiva, no van en la misma dirección, a pesar de las garantías de Draghi.
Además, la investigación sobre el virus registra ahora nuevas características y variantes cada día, hasta el punto de que su endemización parece segura. El Covid mutante, en definitiva, va camino de convertirse en algo tan cíclico como una gripe anual. Pero siembra muchas más muertes que la vieja y querida gripe.
Imaginen economías capitalistas “competitivas”, enfrentando cada año el purgatorio infernal que estamos viviendo desde hace más de un año, y pregúntense cuánto tiempo puede durar antes de que las rupturas -en la estructura económica o en la resiliencia social- comiencen a manifestarse de manera seria
En esta situación, la nueva administración “democrática” de Estados Unidos ha optado fríamente por elevar el nivel de “confrontación estratégica” con Rusia y China, tratadas como enemigos potenciales por el simple hecho de existir independientemente del bloque euroatlántico. De hecho, tienen dos sistemas sociales diferentes (Rusia no se desvía mucho del modelo neoliberal occidental, mientras que China muestra un “modelo mixto público- privado” orientado por la planificación estatal), y por tanto no se trata de una oposición “ideológica” (“libertades liberales” frente a “dictaduras comunistas”).
También puede verse en la “narrativa” ofrecida inequívocamente por todo el sistema mediático dominante, que se aferra desesperadamente a algunos fragmentos relativamente problemáticos (Navalnyi, los uigures, Hong Kong), mientras intenta silenciar al máximo los éxitos (el aumento de los salarios y el bienestar en China, con la eliminación de la pobreza; la derrota del virus y 17 vacunas en el campo, distribuidas en el resto del mundo).
Estamos dentro de un bloque en crisis, esta es la simple verdad. La competencia aumenta incluso dentro del “bloque euroatlántico” (entre Estados Unidos y la Unión Europea, con amenazas a Alemania por el gasoducto ruso, además de otras “cuestiones menores” sobre automoción o aeroespacial).
Pero también aumenta dentro de la Unión Europea, con el Fondo de Recuperación encargado de reescribir la división del trabajo y las cadenas de suministro industrial dentro del Viejo Continente. Aquí Alemania y Francia pretenden llevarse la parte del león (más la primera, obviamente), dejando de lado sólo temporalmente el arma del “fin del mundo”, es decir, la vuelta a la austeridad y al equilibrio presupuestario.
¿Hay alguna esperanza de salir de este cuadro mortal? Sí, si reconocemos que esta es la situación real. Sí, si escuchamos el descontento que crece dentro de las diversas figuras sociales que solemos llamar “populares”.
El ministro de Economía, Daniele Franco, ya ha explicado que las “medidas de apoyo a la economía” -y a los trabajadores y las pequeñas empresas- “se agotarán gradualmente a finales de año”. El poco de morfina financiera que hasta ahora ha impedido sentir toda la intensidad del dolor social pronto desaparecerá.
Entonces este interminable estancamiento también expirará.