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En América Latina está tomando forma una variada ola progresista que desafía las políticas neoliberales, que cuestiona la hegemonía de Estados Unidos y las prácticas neocolonialistas de la Unión Europea.
Lo que está ocurriendo en el continente es una esperanza para toda la humanidad que debe hacer de la solidaridad con este polifacético proceso de emancipación un eje político central en nuestro país.
Ya sea que se trate de países socialistas, de gobiernos progresistas o de movimientos políticos y sociales de otra naturaleza, es evidente que, en América Latina, desde hace años, la historia avanza en la dirección opuesta a la hipotetizada por los apologistas de la globalización capitalista que querían relegar al continente al papel de periferia económicamente integrada en las cadenas de valor occidentales y políticamente subordinada a las grandes potencias imperialistas.
En cambio, el continente se ha convertido en un laboratorio político en el que las necesidades de la mayoría de la población intentan imponerse – de diversas formas – frente a un sistema que asegura una posición de renta a las oligarquías tradicionales y a sus patrocinadores internacionales.
El último año ha sido testigo de la consolidación de esas experiencias históricas de transformación socialista – Cuba socialista, Nicaragua sandinista y Venezuela bolivariano – a pesar de los intentos de desestabilización política de Estados Unidos, llevados a cabo con una amplia gama de instrumentos que van desde el bloqueo económico a los intentos de aislamiento internacional, pasando por formas de guerra híbrida.
Estos países han sido sometidos a una campaña mediática de difamación sobre sus procesos de transición con narrativas tóxicas que han encontrado espacio en Italia, incluso entre las filas de la izquierda radical, que no parece haber cortado realmente los puentes con el eurocentrismo y los legados culturales del imperialismo.
Estos países también están definiendo un marco de relaciones internacionales que -manteniendo su autonomía política- tiende a “desengancharlos” cada vez más de las cadenas de valor de Occidente, dando forma a un mundo efectivamente multipolar que socava los fundamentos de la supremacía estadounidense y las aspiraciones neocoloniales de las oligarquías europeas.
Pero este “Eje de la Esperanza” continental se ha enriquecido, gracias a los éxitos electorales, con otros países cuyos gobiernos pretenden emprender una vía política que combine la soberanía popular con la redistribución de la riqueza material que hasta ahora ha beneficiado al capital multinacional occidental y a las oligarquías nacionales vinculadas a él.
En Bolivia, Perú, Honduras y, más recientemente, en Chile, las fuerzas del cambio han triunfado, pasando página en estos países o sentando las bases para la posibilidad de una transformación progresiva.
En otros estados, poderosos movimientos sociales están desafiando a gobiernos reaccionarios que luchan por consolidar su chirriante poder, como en Ecuador, o desafiando el chantaje de la deuda impuesta por las instituciones financieras internacionales, como en Argentina. En general, es difícil encontrar un país en el que el empeoramiento de las condiciones de vida debido a las políticas depredadoras e híper-explotadoras no haya producido importantes movilizaciones populares y sentado las bases para una consiguiente salida política.
En este contexto, este año habrá dos importantes procesos electorales, especialmente en Colombia y Brasil, dos países donde las fuerzas progresistas podrían poner fin a los gobiernos pro-oligárquicos y pro-estadounidenses, reforzando la tendencia a cambiar las estructuras políticas neoliberales y pro-imperiales.
En Colombia, las elecciones se celebrarán en dos momentos distintos pero relacionados, con la primera votación a mediados de marzo para elegir a los representantes parlamentarios y las elecciones presidenciales el 19 de mayo, con una posible segunda vuelta al mes siguiente.
En Brasil, las elecciones tendrán lugar en octubre.
En ambos países, las élites gobernantes no parecen haber encontrado la alquimia política que les permita conservar los resortes del poder.
Sería ingenuo pensar que Estados Unidos y la Unión Europea, en un contexto de feroz competencia internacional, no intenten utilizar todos los medios a su alcance (políticos, económicos y militares) para bloquear y revertir este proceso de emancipación haciendo que el continente vuelva a sus esferas de influencia.
Por eso también creemos que es fundamental organizar un encuentro nacional sobre América Latina (el domingo 6 de marzo en Bolonia) que ofrezca una visión global de lo que está ocurriendo en el continente y dé voz a quienes están en el centro de estos procesos de transformación.
Un encuentro que debe relanzar el tema de la solidaridad internacionalista y debatir las formas adecuadas de desarrollarla, sobre todo teniendo en cuenta los importantes plazos electorales y de referéndum (Colombia, Brasil y Chile), los compromisos que aguardan la agenda política de los gobiernos progresistas y las importantes luchas que están llevando a cabo los movimientos latinoamericanos.
La reunión tendrá lugar a partir de las 10:00 en el círculo Arci Guernelli – Via Antonio Gandusio, 6, Bolonia (Quartiere San Donato).
Primeros firmantes (en actualización)
Andrea Puccio, periodista y bloguero ; Andrés Barreto, activista político (Venezuela) ; Gabriel Caisaletin, activista político (Ecuador) ; Ernesto Screpanti, profesor de economía Univ. di Siena; Luciano Vasapollo, profesor Univ. La Sapienza y miembro del Secretariado Internacional de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en “Defensa de la Humanidad” (REDH); María Sandoval, Chile@s en la Toscana; Pacto Histórico Internacional Italia (Colombia); Partido Político Peruano Perú Libre Base Roma; Rete dei Comunisti; Rita Martufi, directora Centro de Estudios de las Transformaciones Económicas y Sociales (CESTES) y Coordinadora Capítulo Italiano REDH.
Para firmar el llamamiento y pedir información sobre la reunión del 6 de marzo en Bolonia: americalatinasperanza@gmail.com.