¡Fuera de la OTAN, lejos de las bases militares de EE.UU. y la OTAN!
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Rete dei Comunisti
Con el inicio de los bombardeos en Ucrania, la Federación Rusa ha intervenido fuertemente en el estancamiento político producido durante los últimos ocho años sobre la cuestión ucraniana y la expansión de la OTAN hacia el este.
La Rusia de Putin parece ser un riesgo calculado, pero una apuesta de todos modos.
La actual escalada de la guerra en Ucrania – y por tanto en Europa – es responsabilidad de las cancillerías occidentales y de las élites políticas ucranianas tras el golpe de Estado de 2014, que llevó al poder a un museo de los horrores de gánsteres, oligarcas y neonazis prooccidentales.
Ese acontecimiento es la base de la secesión de las repúblicas del Donbass que se crearon para proteger a las comunidades rusas y ruso-parlantes de Ucrania de la agresión de los nacionalistas y fascistas que llegaron al poder en Kiev.
Ese acontecimiento fue el último intento violento de expansión de la OTAN en Europa del Este hasta las fronteras con Rusia. Sobre esto no puede haber ambigüedad ni equidistancia entre los EE.UU. y la OTAN, el verdadero desencadenante de la crisis ucraniana, y la Federación Rusa, así acorralada pero incapaz (ella misma) de encontrar una solución que no sea la adopción del instrumento militar.
Debemos tener claro un punto: el bloque de poder que representa Putin es la expresión de esa parte de la sociedad rusa creada por el colapso de la URSS y que, gracias a su derrumbe, se ha beneficiado al pensar que puede hacerse un “lugar bajo el sol” en la globalización neoliberal e incluso encontrar un lugar en la OTAN.
Las aspiraciones geopolíticas de la Rusia de Putin no tienen nada que ver con la política exterior de internacionalismo y anti-nacionalismo de la URSS.
El hecho de que Putin haya “reconocido” a las Repúblicas Populares del Donbass sólo después de ocho años de su difícil existencia y resistencia dice mucho del grado de valentía política que ha demostrado.
El campo ha pasado de la “guerra de nervios” a la guerra real, con Moscú golpeando las fuerzas armadas y las infraestructuras ucranianas con una guerra relámpago desde el primer día, a pesar de que la invasión era temida desde hacía semanas por los medios de comunicación occidentales, que reproducían el punto de vista de la inteligencia angloamericana.
Lo que parecía ser sólo propaganda bélica occidental acabó convirtiéndose en una profecía auto-cumplida.
Putin, al reconocer a las dos autoproclamadas Repúblicas Populares del Donbass, había “elevado el listón de las negociaciones”, y con la acción militar de este jueves puso fin a la estrategia de desgaste seguida por Occidente, que hasta la fecha nunca ha querido responder seriamente a las legítimas aspiraciones de seguridad de Rusia, amenazadas por la ampliación de la OTAN hacia el este tras el colapso de la URSS.
Al desencadenar la intervención militar en Ucrania, se interrumpió la ampliación de la OTAN hacia el este, pero al precio de “abrir la caja de Pandora” en un contexto de deterioro de las relaciones diplomáticas con resultados inciertos. Moscú, ante la incapacidad de la diplomacia occidental de establecer un proceso mínimo de negociación que conduzca a la resolución de la “cuestión ucraniana” y se abra a las exigencias rusas sobre la neutralidad de Ucrania, ha jugado la carta de los hechos consumados, alterando las cartas, pero alimentando una escalada extremadamente peligrosa.
Su ventaja no sólo radica en el aspecto militar, sino también en la materialización de la tendencia hacia un mundo multipolar que ha crecido en el marco de la crisis de la hegemonía occidental desde todos los puntos de vista: económico, político, financiero, ideológico y, finalmente, militar, como lo demuestra la derrota en Afganistán y la desastrosa huida de los contingentes militares de la OTAN de ese país.
El forzamiento ruso sólo puede concebirse dentro de esta nueva configuración de las relaciones de poder internacionales, en la que la “supercompetencia entre “bloques” impide ahora la creación de un marco de relaciones compartido y una gobernanza común de las relaciones internacionales en el siglo XXI.
Esto está provocando al mismo tiempo una “inestabilidad creciente” y la incapacidad de encontrar soluciones compartidas y comunes a los problemas, como ha demostrado este sistema, uno por toda la gestión fallida de la pandemia o la emergencia medioambiental.
Sólo la obtusidad política y la deshonestidad intelectual de los intelectuales occidentales pueden omitir el hecho de que la desaparición de la URSS puso fin al equilibrio alcanzado tras la Segunda Guerra Mundial y a una paz capaz de soportar las tensiones y conflictos que se produjeron en esas décadas.
Todas las direcciones occidentales declararon que la Guerra Fría había terminado, que se abrían destinos progresistas y pacíficos para el mundo mientras desataban la guerra en Europa en 1999 en Yugoslavia, invadían Afganistán en 2001 e Irak en 2003.
Como Rete dei Comunisti (Italia) nos comprometeremos sin dudarlo con el movimiento antiguerra. Para detener los bombardeos y la escalada, pero también para reafirmar la salida de nuestro país de la OTAN y el desmantelamiento de las bases militares de EE.UU./OTAN en Italia, empezando por las bombas atómicas almacenadas en las bases de Ghedi y Aviano.
Lucharemos por todos los medios para que Italia no se vea envuelta en una posible guerra de la OTAN o en sanciones bélicas que golpearán a las clases trabajadoras de nuestro país y de otros países más que a Rusia, que ahora forma parte de sistemas de relaciones económicas distintos a los de Europa, que hace tiempo que se han reducido.
24 de febrero 2022