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Con la huelga general y generalizada de la Unione Sindacale di Base el 13 de diciembre
Rete dei Comunisti / Cambiare Rotta – Organizzazione giovanile comunista / OSA (Opposizione Studentesca d’Alternativa)
La Unione Sindacale di Base (USB) ha convocado una huelga general y «generalizada» para el viernes 13 de diciembre, que apoyamos firmemente.
En el centro de las reivindicaciones de USB está la legítima oposición a las políticas de este gobierno que impactan, tanto en términos de garantías sociales como de libertades político-sindicales, en la condición general de los trabajadores de este país; trabajadores que ya han sido esquilmados por al menos dos décadas de políticas de deflación salarial, restricción de derechos sindicales y absoluto desprecio por sus condiciones de salud y seguridad, como lamentablemente lo certifican las constantes matanzas de trabajadores y el aumento de las enfermedades «profesionales».
Para el sindicato es central abordar de frente la cuestión de la crisis industrial y sus dramáticas implicaciones para los empleados del sector manufacturero, un sector que ya había salido con los huesos rotos de la crisis de la segunda mitad de la primera década del 2000 y de los anteriores procesos de reestructuración productiva iniciados en los años 80, que habían cambiado la fisonomía del sistema-país al tiempo que echaban por tierra los logros obtenidos a lo largo de años de durísimas luchas.
La actual crisis industrial no sólo está afectando a los países periféricos de la Unión Europea, sino al propio «centro» de su estructura productiva, afectando directamente al eje franco-alemán que había sido el motor de la construcción de la Unión desde el Tratado de Maastricht, a principios de los años 90, y está demoliendo el modelo de desarrollo que había creado y cuyas distorsiones se están haciendo ahora evidentes.
Las clases dirigentes de los países mencionados y, en general, las élites políticas continentales, incluido nuestro gobierno y su «oposición» político-parlamentaria, no parecen tener ninguna receta creíble, aparte de favorecer una mezcla de austeridad y autoritarismo y sentar las bases para la construcción de una verdadera economía de guerra basada en la reconversión con fines bélicos de una parte importante del aparato productivo y de la cadena de investigación y formación cada vez más vinculada al complejo militar-industrial.
La devastación económica que están provocando las opciones tomadas en los últimos años en Bruselas y por los ejecutivos nacionales individuales tiene repercusiones políticas precisas, como hemos visto con la convocatoria de elecciones parlamentarias anticipadas en Alemania y la caída del gobierno en Francia, resultado de la creciente, y en cierto modo irreversible, deslegitimación de una clase política que ha asegurado la libertad de beneficios para las empresas a costa de todas las garantías más elementales para las clases subalternas.
A lo que estamos asistiendo es al fracaso de un modelo de desarrollo dentro de la crisis sistémica de un modo de producción que hace feroz la competencia entre bloques políticos en el plano económico y que tiene cada vez más como válvula de escape la guerra de guerras; una competencia despiadada que está segando las garantías residuales incluso de aquellos sectores de trabajadores que se sentían relativamente protegidos frente a la galopante precariedad social y el creciente empobrecimiento de las clases trabajadoras.
Los efectos de la crisis, después de haberse descargado durante décadas sobre los hombros de las clases subalternas de los llamados PIGS (Portugal, Italia, Grecia) y Europa del Este, o entre los grupos menos protegidos de los países del centro, afectan a todos y a todas, y nos obligan a asumir la necesidad de imponer un cambio radical de rumbo respecto a las políticas aplicadas hasta ahora, y básicamente aceptadas por amplias capas de los subalternos.
Contra la homogeneización a la baja de las condiciones de trabajo y de vida, es posible una respuesta clara y decidida que clave al gobierno y a la patronal en sus responsabilidades, vuelva a poner en el centro la acción colectiva como instrumento para mejorar su condición y la iniciativa confederal como perspectiva de recomposición de una clase poco dispuesta a pensar más allá de los muros de su propia empresa o de los estrechos confines de su propia categoría.
En estos meses, la legítima «intolerancia» de importantes sectores del mundo del trabajo se está transformando en un rechazo preciso a seguir pagando las opciones de una trama de poder político-económico en connivencia con algunos sindicatos confederales, a través de huelgas y movilizaciones en diversos sectores que sólo pueden encontrar en la huelga general del día 13 un refuerzo de sus reivindicaciones y una reactivación de sus motivos concretos de cabreo.
Esta trayectoria de reanudación del conflicto de clase en nuestro país no puede encontrar un asidero adecuado en aquellas organizaciones sindicales y políticas que han aceptado supinamente y han hecho aceptar las opciones de las oligarquías económicas europeas y de los tecnócratas que encarnan sus intereses -incluidos Monti y Draghi- y pasa necesariamente por la construcción de una oposición político-sindical independiente y por la «ruptura» de la jaula de compatibilidad modelada en función de los intereses tanto del gran capital europeo como de aquella parte de la burguesía desarrapada y parasitaria de nuestro país.
En este contexto, los comunistas de nuestro país estamos llamados a ser un instrumento de recomposición de clase apoyando las vías del sindicalismo combativo y confederal de la USB como base necesaria para reconstruir un movimiento obrero organizado e independiente contra el actual ejecutivo, la dirección política de la UE y los belicistas reaccionarios de la OTAN.
Por eso apoyamos la huelga general y generalizada del 13 de diciembre y participaremos masivamente en las dos manifestaciones previstas que comenzarán en Roma a las 9:30 horas en Piazzale Tiburtino y en Milán a las 10:00 horas en Porta Venezia.