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Rete dei Comunisti; Cambiare Rotta – organizzazione giovanile comunista; Opposizione Studentesca d’Alternativa (OSA)
El martes 10 de enero, la primera ministra francesa, Elisabeth Borne, desveló los contornos de la reforma de las pensiones.
En su discurso de fin de año, el presidente Emmanuel Macron había afirmado que era urgente reformar un régimen que podría provocar un déficit de 20.000 millones de euros en 2030.
“El objetivo”, dijo el presidente de los ricos – que siempre se ha negado a restablecer el ISF, una especie de activo patrimonial para los ricos – “es consolidar nuestros regímenes de pensiones de reparto que, de no hacerlo, se verían amenazados porque seguiríamos financiándonos a crédito”.
El anterior proyecto de reforma de las pensiones, previsto a partir de 2020 durante los cinco primeros años de la presidencia Macron, había sido de hecho suspendido debido a la crisis sanitaria tras una importante ronda de huelgas y movilizaciones.
Según un sondeo del IFOP para Fiducial, dos tercios de los franceses estarían en contra de la reforma, concretamente el 68% de los encuestados.
El mismo martes del anuncio, por la noche, tras una reunión histórica, los dirigentes de los ocho sindicatos más importantes (CFDT, CGT, FO, CFE-CGC, CFTC, UNSA, Solidaires y FSU) proclamaron una primera jornada de huelga general y de manifestación para el 19 de junio -con unas 200 concentraciones previstas en toda Francia-, mientras que toda la izquierda -desde la más moderada a la más radical- la apoyará, proponiendo su propia primera movilización para este sábado.
Veamos las principales características de la reforma prevista.
La edad legal para tener derecho a una pensión “completa” (es decir, el 50% del último salario transpuesto) se desplazará progresivamente a los 64 años, en lugar de a los 62, desde su entrada en vigor -que el gobierno desea que sea el 1 de septiembre- hasta 2030.
Tres meses cada año a partir del 1 de septiembre, alcanzando los 63 años y tres meses al supuesto final de la segunda -y última- presidencia quinquenal de Macron en 2027.
La duración de las cotizaciones requeridas para beneficiarse de la pensión completa aumentará progresivamente hasta los 43 años a partir de 2027, acelerando así las etapas del calendario previsto por la ley Touraine de 2014, que preveía este hito, para los nacidos a partir de 1973, para 2035.
Los trabajadores con una “larga carrera” podrán beneficiarse de una pensión anticipada entre los 58 años, para los que empezaron antes de los 16, y los 62, para los que empezaron entre los 16 y los 18 años.
La reforma prevé la extinción de los principales “regímenes especiales”: para los trabajadores del RAPT, es decir, del metro de París, los de la industria eléctrica y del gas, o los de la Banque de France, por ejemplo.
Los “factores usurarios” -abandonados en 2017- deben restablecerse, pero con un examen médico previo (rechazado por los sindicatos) para quienes muevan cargas pesadas, o trabajen en posturas penalizadoras, o estén sometidos a vibraciones mecánicas.
El gobierno prevé un aumento de las pensiones mínimas, prometiendo elevarlas a partir de ahora al 85% del SMIC, es decir, del Salario Mínimo Interprofesional, y que comenzarán por tanto en 1.200 euros.
Además, anunció que quiere introducir medidas para proteger a los trabajadores de entre 60 y 64 años -con la contratación obligatoria por parte de las empresas a partir de un determinado número- o la posibilidad de trabajar a tiempo parcial dos años después de la edad de jubilación, con el Estado dispuesto a complementar el resto.
Se preverá la jubilación anticipada a los 62 años para las personas discapacitadas, incapacitadas e incapacitantes a esa edad, una condición que afecta a unos 100.000 nuevos trabajadores cada año.
El ejecutivo – que había previsto anteriormente una prolongación de la edad legal de jubilación hasta los 65 años – integrará su reforma en el futuro proyecto de ley para rectificar la financiación de la Seguridad Social, que será presentado al consejo de ministros el 23 de enero.
Sin el apoyo de Les Républicains, que estaban básicamente a favor de la reforma (dado el aumento del umbral de edad a 64 años y no a 65, así como el aumento de las pensiones mínimas), Borne se verá obligado de nuevo a eludir el voto parlamentario recurriendo al artículo 49.3 de la Constitución.
LR es la derecha de origen gaullista con vocación gubernamental pero que no está dentro del ejecutivo, históricamente partidaria de este tipo de medidas, que como declaró su líder Eric Ciotti al Journal de Dimanche: “están en el ADN de la derecha”.
El RN de extrema derecha de Marine Le Pen, con sus 89 diputados, se opuso.
Los 149 diputados del NUPES, que agrupa a todas las fuerzas de la izquierda parlamentaria, apoyan la movilización.
En Francia se reaviva una historia conocida. Con la grève général contra la reforma de las pensiones del jueves 19 de enero y la jornada de movilización del sábado 21, parece reanudarse una temporada de conflictos sociales generalizados, acompañados como siempre y cada vez más por el terrorismo mediático y político de una élite en crisis de legitimidad y de oxígeno.
Según Frédéric Dabi, director general de IFOP, el clima es tan tenso como en otoño de 2018, en vísperas del desarrollo del movimiento gilet jaunes.
Ya en octubre de 2022, una encuesta realizada por varios institutos devolvió la imagen de un país “enfadado” por las preocupaciones económicas: el 36% de los encuestados dijo pertenecer a una Francia muy enfadada y protestona, el 58% a una Francia descontenta.
Ante lo que ya es seguro que sólo será “el primer día de huelga” de un periodo negro para la dirección de Hexagon, el ejecutivo ya ha empezado a deslegitimar las protestas, hablando de una sociedad tomada como rehén por los trabajadores. En respuesta a la promesa de los sindicatos de “una potente movilización a largo plazo”, el Primer Ministro Borne les instó a “no penalizar a los franceses”. Como si los responsables del hundimiento de la vida y las expectativas de millones de ciudadanos no fueran en realidad la carnicería social.
Sin embargo, a medida que nos acercamos a un periodo de posible aumento de la temperatura social, nos parece importante hacer hincapié en algunos datos más “internos”, sindicales, caracteres que quizás puedan parecer de puertas para adentro pero que son fundamentales para leer el periodo que se avecina.
En primer lugar, no podemos dejar de apreciar el hecho de la generalización del choque, el esfuerzo y la capacidad de ir más allá de la propia categoría, más allá del propio sector, ante una batalla -las pensiones en este caso- que por su propia naturaleza es una reivindicación de todos los trabajadores. Una unión posible, necesaria, construida en el campo de batalla, de los trabajadores franceses ante sus sindicatos.
Una convergencia en el análisis y las reivindicaciones sociales que no puede sino aumentar la fuerza de impacto, promoviendo en la práctica la solidaridad y la ayuda mutua entre categorías, empezando por el sector hospitalario que lleva años en lucha permanente, junto con el mundo de la educación y toda la función pública. Estamos siendo testigos de cómo sectores estratégicos, como el transporte y la energía, se muestran dispuestos a ayudar a otros con más dificultades, con un menor impacto en la vida cotidiana de los ciudadanos.
No podemos dejar de citar el ejemplo de las refinerías, que pesaron hace unos meses cuando Francia se quedó literalmente sin gasolina. El mero llamamiento a la huelga de los sindicatos de la industria petrolera, que ya miran más allá de la jornada nacional de movilización y quieren que el movimiento dure mucho tiempo, ha sembrado el terror en las filas de la patronal y del gobierno.
El transporte, la educación y la energía serán probablemente los sectores más afectados por la huelga.
El tráfico ferroviario y de metro en París se verá fuertemente perturbado: los trenes tenderán a estar parados, al igual que el metro, salvo las líneas automatizadas.
El tráfico aéreo también se verá afectado, en un grado relativamente menor.
Tres cuartas partes de los profesores estarán en huelga.
El suministro energético se verá fuertemente reducido, “hasta el punto del apagón”, como declaró el líder de la FNME-CGT, Sébasien Menesplier.
El escenario para las refinerías parece repetir lo que vimos en acción el pasado otoño.
Comienza con 24 horas de huelga proclamadas para el día 19, 48 a partir del 26 de enero y 62 a partir del 6 de febrero.
Como dijo Eric Sellini, coordinador nacional de la CGT para Total Energie, se llegará a la “paralización de las instalaciones de refinado” si es necesario.
Encima la sanidad e incluso ¡el mayor bloqueo sindical de la policía!
Creemos que lo que se desarrollará en Francia será un poderoso movimiento de masas, alimentado por un sentimiento de insatisfacción ante las condiciones de existencia cada vez más difíciles debido a la inflación galopante y a las políticas de austeridad promovidas por la Unión Europea.
Será una movilización en la que el sindicalismo combativo, una representación política de las clases subalternas digna de ese nombre y las organizaciones juveniles desempeñarán un papel clave capaz de transformar el descontento subyacente en una acción colectiva disruptiva.
Contra la reforma de las pensiones del presidente de los ricos, ¡viva la cólera de clase y la revuelta social!
17 de enero de 2023
CREDITS
Immagine in evidenza: Manifestation du 4 janvier 2020 contre le projet de réforme des retraites
Autore: Jeanne Menjoulet; 4 gennaio 2020
Licenza: Creative Commons Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)
Immagine originale ridimensionata e ritagliata